18-07-2024
Por Rolando Ísita Tornell, DGDC-UNAM
Los astrofísicos Fabricio Nicastro, italiano; Yair Krongold, de México, y su grupo, habían detectado bariones perdidos en un medio intergaláctico muy caliente, publicado el 2005 en la prestigiada revista Nature. En los inventarios astronómicos de la materia conocida (bariónica) había un faltante (materia perdida) ¿Dónde está?
Fabricio, Krongold (hoy director del Instituto de Astronomía de la UNAM) y su grupo pensaron creativamente que si recurrían a un poderoso jet eyectado por un cuásar, cuya trayectoria hacia el observador surcara por el espacio oscuro entre las galaxias, en el espectro electromagnético aparecerían líneas de absorción de átomos si es que había algo ahí.
Lo lograron, además, las líneas de absorción eran de carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno. Asimismo, explicaron que esa materia constituiría una de las múltiples ramificaciones de la Cosmic Web.
Si pudiéramos alejarnos del Universo todo, lo observaríamos como si se tratara de un abigarrado tejido neuronal, mediante simulaciones con modelos numéricos es que se ha podido reproducir esa imagen. En un fragmento de rama de esa maraña es donde detectaron esa materia conocida aparentemente faltante.
Un año antes, 2004, el director del Instituto de Astronomía (IA) en ese entonces, José Franco, solicitó a la directora de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia (DGDC/Universum), Julia Tagüeña, la estancia de un académico divulgador para asesorar al Instituto en la organización y operación de una oficina de información pública.
El proyecto presentado al astrofísico consistió en posicionar a la Astronomía en la agenda de la opinión pública con base en el modelo de Opinión Pública de Kimball Young, contemplaba el uso de todos los medios y soportes para inducir conductas y creencias favorables, en este caso, a la astronomía. Debía aprovecharse cualquier medio y pretexto para hablar de la astronomía y del IA.
En esos años la parafernalia de las redes sociales estaba aún en pañales, de hecho solo existían los “blogs” y versiones digitales de algunos periódicos. El diario El Universal ofreció un blog en su edición digital. La detección de la materia perdida y el ofrecimiento del diario confluyeron.
José Franco revisó el comunicado de prensa sobre el descubrimiento de materia perdida por los investigadores del Instituto (el italiano tenía plaza en el IA), tachó la palabra “maraña” y la sustituyó por “red”. Se le replicó argumentando que si fuera “red” en inglés sería “net”, y al observar la imagen simulada no se veía una red del tipo portería de futbol, la del tenis o la que cubre la posible caída de los trapecistas. “Discútelo con Yair (Krongold) y me dices qué acordaron”, dijo Franco. Yair está de acuerdo con “maraña”. “Montoneros”, comentó Franco.
La traducción de otros idiomas al español es uno de los retos que tiene la comunicación pública de la ciencia, los científicos no son lingüistas y sus traducciones suelen ser no muy afortunadas, como eventos en el Universo muy violentos con traducciones muy ligeritas, tal cual las flares del Sol o las eyecciones (burst) de rayos gamma; “fulguraciones” en el primer caso y “destellos” en el segundo. ¿Por qué no mejor “flamazos”, los del Sol, y “estallidos” para los de rayos gamma? Así con la Cosmic Web, maraña en vez de red.
Gabriela Velázquez, en esas fechas responsable de El Universal on line, pidió poner título a la columna periodística en forma de “blog”. Yo acababa de releer El Origen de la Vida (1936), del bioquímico soviético Alexander Oparin, donde decía que los astrónomos nos han dado a conocer que el Universo está contenido de elementos precursores de la vida como el carbono, el hidrógeno, el carbono y el oxígeno.
¡Justo los de las líneas de absorción que detectaron Nicastro y Krongold! Descubrieron materia perdida en la maraña cósmica, la materia estaba compuesta de elementos precursores de la vida, según las líneas de absorción en la luz de un jet expulsado por un lejano cuásar.
Los descubrimientos astronómicos susceptibles de compartirse con el público no son tan frecuentes para alimentar una columna semanal. Además, yo debía continuar divulgando de otras disciplinas de la ciencia, sumado a que tenía que aprovechar cualquier medio, recurso y soporte para inducir creencias y actitudes favorables a la astronomía.
Si en la maraña cósmica abundan los elementos precursores de la vida, titular así la columna me daba la cobertura para abordar la astronomía, la física, la química, la biología, las matemáticas, arqueología, antropología, paleontología, similares y conexos. Así surgió hace 19 años la columna “La Maraña Cósmica”.
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