17-01-2024
Por Elisa Domínguez Álvarez-Icaza, Ciencia UNAM-DGDC
Flores, símbolos y fechas; nombres, mascotas y dragones... los tatuajes son extremadamente populares. Desde sensaciones hasta significados, la experiencia de tatuarse algo en la piel implica prestar el cuerpo como lienzo. Pero ¿te has preguntado alguna vez de qué están hechas las tintas y qué significa introducirlas en el cuerpo?
La doctora Ana Elizabeth Torres Hernández, del Instituto de Ciencias Aplicadas y Tecnología de la UNAM, describió durante una charla del ciclo Ciencia a Distancia, los aspectos químicos detrás de una de las expresiones artísticas y estilísticas más populares y en ocasiones cuestionada.
Para entender los tatuajes nos remontamos primero a lo visible, a la piel. La capa externa es conocida como epidermis. Formada principalmente de colágeno, nos protege del exterior. La capa más interna es la hipodermis, donde hay mayoritariamente células grasas.
En medio de las dos está la dermis que es donde se inyecta la tinta del tatuaje. Ahí se encuentran las glándulas sudoríparas, las fibras nerviosas, los vasos sanguíneos y los vasos linfáticos. Por medio de los vasos se transportan nutrientes y sustancias ajenas a nuestro organismo con el fin de eliminarlas.
Las partículas más pequeñas de la tinta del tatuaje se eliminan a través del torrente sanguíneo y los vasos linfáticos, otros componentes se pueden degradar por el metabolismo celular. Sin embargo, las partículas más grandes son atrapadas y almacenadas por los macrófagos, un tipo de glóbulo blanco, lo que explica por qué los tatuajes no se borran.
Recientemente científicos descubrieron que cuando los macrófagos se mueren, las nuevas generaciones son capaces de reproducir el mismo proceso para fijar las partículas de los pigmentos. En el proceso de recambio, hay partículas de la tinta que eventualmente se perderán. Se trata de un mecanismo complejo relacionado con la respuesta de nuestro sistema inmune y con las propiedades de las tintas.
Ana Torres, doctora en Ciencias Químicas, enumera los componentes de la tinta que identificó al analizarla en su laboratorio.
El más importante es el pigmento. Al ser un polvo, requiere de un disolvente donde dispersarse. El agua es el disolvente más común, aunque también se usan alcoholes o glicerina. Esta última se origina a partir de una grasa, vegana o no vegana.
La tinta, una vez seca, requiere que las partículas de pigmento queden adheridas unas a otras. Se usan sustancias adhesivas y surfactantes que disminuyen las fuerzas que hay entre el disolvente y el pigmento. Adhesivos, como la polivinilpirrolidona o el shellac (una resina), también ayudan a que la tinta se inyecte más fácilmente en la piel.
La tinta necesita conservadores que ayuden a disminuir el riesgo de una contaminación bacteriana o de hongos. Por ejemplo, se usa ácido benzoico que también está presente en alimentos. Asimismo, hay materiales de relleno que dan volumen al tatuaje y algunos otros aditivos que agregan viscosidad a la tinta.
Sin embargo, la académica manifiesta que frecuentemente las tintas no cumplen con las condiciones ni los procesos que garanticen que son seguras para la piel. En primer lugar, muchos de los componentes solo están aprobados para uso cutáneo, no subcutáneo.
En segundo lugar, hay dos tipos de compuestos orgánicos importantes en las tintas por su toxicidad: los tipo azo, que se caracterizan por dos átomos de nitrógeno unidos por un doble enlace; y los hidrocarburos policíclicos aromáticos, presentes en los aditivos.
Los pigmentos comúnmente están formados por compuestos tipo azo porque permiten obtener una gran gama de colores. Cuando este tipo de compuestos son irradiados con luz visible o ultravioleta, al ser una molécula muy reactiva, es susceptible a romperse. Se generan otras moléculas como las aminas policíclicas aromáticas que provocan reacciones alérgicas en la piel, daño en los órganos y algunas tienen efectos carcinógenos.
Tal es el riesgo que algunas tintas han sido prohibidas. Pigmentos verde y azul específicos, con cobre al centro de la molécula, fueron restringidos en la Unión Europea por su potencial daño a la salud. Investigadores hicieron un experimento que consistió en irradiar con un láser este tipo de compuestos y observaron que se descomponía en dos moléculas: en benceno, que es carcinógeno y puede causar leucemia y anemia; y en ácido cianhídrico, cianuro, con potencial riesgo de intoxicación y envenenamiento a mayor tamaño del tatuaje.
Los pigmentos inorgánicos minerales de acuerdo con el metal pesado que tengan dan una coloración determinada. El negro está formado por óxido de hierro o materiales de carbono. El azul, por ftalocianina de cobre o cobalto y silicato de cobre. El amarillo contiene cadmio. El blanco tiene dióxido de titanio. Mientras que el rojo tiene sulfuro de mercurio, selenio, óxidos de hierro o azo compuestos.
En otro experimento analizaron tintas de diferentes marcas para ver qué metales pesados tenían. Torres comenta que observaron que muchos no estaban reportados en la etiqueta y excedían los límites de concentración permitidos. La mayor parte de las tintas tienen mucho titanio, que, al ser fotosensible, puede tener una reacción química con la luz. Otras mucho níquel, que puede causar hipersensibilidad en la piel y dermatitis, entre otros metales como el cobre, manganeso y el plomo.
Aunque se cree que el problema está en los colores, en varios análisis a la tinta negra, encontraron hidrocarburos policíclicos aromáticos, con altas clasificaciones de potencial riesgo cancerígeno, como el naftaleno. “En un tatuaje de veinte por veinte centímetros; se inyectan aproximadamente dos gramos de tinta negra y habrá una cantidad aproximada de 402 microgramos de compuestos policíclicos aromáticos que son potencialmente cancerígenos”.
Asimismo, la tinta negra está formada mayoritariamente por nanopartículas de carbono que pueden migrar a otras partes del cuerpo (como los ganglios linfáticos), provocando inflamación y riesgo mutagénico.
En ninguna parte del mundo la tinta está regulada, advierte Ana Elizabeth. Refiere que algunos estudios confirman que las tintas no necesariamente tienen lo que reportan, además de que hay todo un mercado donde las prohibiciones no tienen efecto. Señala que en el 20% de las tintas de tatuaje se han encontrado presencia de bacterias, aún en botellas cerradas.
En este momento no hay una tinta cien por ciento segura para podernos tatuar y es importante trabajar en formularla pues para muchas personas los tatuajes significan un estímulo emocional o un símbolo de identidad.
Entre sus recomendaciones, la doctora Torres menciona que el grosor de la piel no es el mismo en todo el cuerpo, aunque el tatuaje se suele depositar a la misma profundidad, 2 mm. Es conveniente buscar lugares más alejados del peligro de llegar a un nervio, ganglios linfáticos o alcanzar la hipodermis.
En personas que tienen enfermedades que comprometen al sistema inmune o crónicas, como lupus, vitíligo, psoriasis o diabetes, es indispensable consultarlo con el médico para asegurarse que la estimulación ejercida no sea grave. En los lugares de tatuajes por lo general no ofrecen toda la información necesaria, señala la química, lo que contribuye a la irregularidad.
Si deseas hacerte un tatuaje asegúrate de que la tinta esté sellada al igual que la aguja. Es importante usar bloqueador solar para evitar la ruptura de las moléculas. Ante la duda, se recomienda acudir con un profesional que aconseje cuál es el procedimiento más óptimo.
Hay Química entre Nosotros. La chica del Tatuaje
Radionovela Hay química entre nosotros. Capítulo 1. El flechazo
Sigue la radionovela Hay química entre nosotros, capítulo 2