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Geoarqueología, una ventana para conocer la vida en el pasado

Utiliza herramientas de las Ciencias de la Tierra para resolver problemas arqueológicos.

26-10-2022

Por María Luisa Santillán, Ciencia UNAM-DGDC


Saber cómo fue la vida en el pasado es tarea de distintas disciplinas científicas. Esto con la finalidad de conocer, por ejemplo, de qué manera vivían las sociedades prehispánicas, por qué decidían establecerse en un lugar o migrar, qué condiciones climáticas o políticas las rodeaban y dictaban su comportamiento. 

Una de estas disciplinas es la geoarqueología, que aplica técnicas y métodos de trabajo de las Ciencias de la Tierra como la geología, la geofísica y la geografía para resolver problemas de tipo arqueológico.

El doctor Gabriel Vázquez Castro, investigador de la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) Morelia de la UNAM, explica que la importancia de la geoarqueología es que contribuye a resolver incógnitas en relación con la ocupación humana en el pasado en una determinada región. En este sentido, por ejemplo, hace posible conocer si hubo remoción de materiales, si el área fue utilizada para el cultivo, si se llevó algún tipo de mineral de otro lugar o si ocurrió algún evento climático extremo, entre otros aspectos.

También la geoarqueología permite que se determine la relación entre los cuerpos de agua, el ambiente y el clima de una región, así como corroborar si hubo asentamientos humanos en un sitio. Todo lo anterior gracias a técnicas analíticas del suelo, los sedimentos, el magnetismo, los minerales y las rocas del sitio a estudiar.

En México, la geoarqueología es un área de estudio reciente que se ha impulsado sobre todo a partir del año 2000, aunque ya algunas décadas atrás, el geógrafo alemán Karl W. Butzer, empezó a promover el empleo de técnicas geográficas para resolver problemas arqueológicos.

Estudiar la relación ambiental y arqueológica

Algunas de las técnicas geológicas que se han utilizado tradicionalmente por los arqueólogos son la estratigrafía y la cartografía. La primera consiste en identificar la secuencia de los estratos (sedimentos o rocas) en un sitio. La segunda es útil para ubicar áreas y trazar poligonales de los sitios arqueológicos.

El doctor Vázquez Castro, quien forma parte del Laboratorio de Estudios Paleoambientales y Paleoclimáticos de la ENES Morelia, explica que muchas de estas herramientas ya se utilizaban desde antes en el área arqueológica, sin embargo, en la actualidad se les está dando una aplicación distinta, más enfocada a conocer cuál es la relación que hay entre la parte ambiental y la arqueológica.

De este modo, hoy se puede conocer si hubo actividad humana cerca de un lago, y si ésta repercutió en los sedimentos que lo integran; así como identificar si la actividad climática generó sequías que provocaron que hubiera migraciones, guerras, abandono de sitios.

“A veces, no tenemos claridad si en una región hubo ocupación humana en determinada época, y no lo sabemos, porque no se han registrado sitios arqueológicos o [éstos] ya se erosionaron; entonces, podemos hacer uso de las técnicas sedimentológicas para corroborar en los depósitos lacustres cercanos a los grandes centros ceremoniales, que es donde regularmente la población se establecía”.

También a través del estudio de los suelos que han quedado enterrados en un sitio arqueológico se puede obtener información valiosa sobre la actividad humana en el pasado, y su relación con el clima. Estudiar estos paleosuelos brinda información de lo que estaba sucediendo fuera del sitio arqueológico, qué vegetación y clima había, incluso se pueden analizar algunos elementos químicos para conocer qué comían quienes habitaban el lugar.




Una de las técnicas utilizadas en estudios de geoarqueología consisten en perforar sitios y obtener muestras de depósitos naturales para analizar la estratificación de los materiales, a los cuales se les realizan pruebas magnéticas, geoquímicas y de otra índole, para saber su lugar de procedencia, cuánto tiempo tardaron en llegar al sitio en donde están depositados, si estaban asociados a la agricultura o si los acarreó un río, entre otras posibilidades.

Además, se utilizan estudios de microscopia para analizar muestras y conocer las propiedades ópticas de los minerales –esto les permite a los especialistas identificar si son de la zona o fueron traídos de otro sitio–. Asimismo, se emplean técnicas de fechamiento isotópico para ver la edad precisa de los materiales, y técnicas sedimentológicas para conocer el tamaño de las partículas de una muestra de materiales.

Investigación paleoclimática

Un trabajo de investigación que ha llevado a cabo el doctor Vázquez Castro se ha centrado en la región de Guachimontones, un antiguo asentamiento prehispánico ubicado en la parte occidental del Volcán Tequila, ubicado al oeste de la ciudad de Guadalajara. En esta región imperó la tradición de Teuchitlán y los asentamientos humanos que la habitaron llegaron a la parte norte del estado de Jalisco, en lo que se conoce como los Altos de Jalisco.

En una primera fase del estudio realizaron análisis paleoambientales de la región. En una segunda etapa, se analizó el patrón de asentamientos arqueológicos, es decir, en qué partes de esa región hubo actividad humana, casas y centros ceremoniales.

Además, estudiaron de qué manera la actividad lacustre pudo haber tenido influencia en el movimiento de la población. Aunado a ello, se analizaron desde los primeros asentamientos humanos que existieron durante el preclásico temprano, que es cuando el hombre pasó de ser cazador-recolector y migrar a una etapa en la cual ya se asienta en un lugar específico.

Detectaron que los asentamientos se dan mayormente alrededor de los lagos y que coinciden con momentos en que el clima tiene mayores periodos de humedad y por tanto mayor nivel lacustre. Lo que han encontrado es que, a diferencia de otras sociedades prehispánicas, en este sitio su mayor periodo de florescencia se dio en el formativo tardío y después empezó a decaer.

Mediante técnicas geoquímicas con las cuales estudiaron la zona, observaron que en ella se desarrollaba un tipo de agricultura en la que llevaban materiales más fértiles de otra zona para mezclarlos con los que se tenían en esa región.

“El trabajo que estamos haciendo en Guachimontones es ver el patrón de asentamiento y análisis paleoambientales, para ver de qué manera el clima antiguo repercutió en la sociedad, además de determinar cómo la agricultura se ve reflejada en los sedimentos, con qué herramientas analíticas podemos determinar sí hubo agricultura y, finalmente, tratar de dar algunas herramientas de por qué las sociedades fueron decayendo en ciertos momentos”.

Uno de los resultados a destacar es la determinación, mediante percepción remota en la región, para encontrar rastros de agricultura antigua mediante la utilización de canales de riego directamente asociados a los cuerpos lacustres.

El investigador explica que se cree que los habitantes de esa región emplearon un sistema parecido al que se ocupó en la región de Xochimilco.

“Pero hay una pequeña diferencia, en las chinampas de Xochimilco eran islotes que originalmente fungían como unas balsas y las rellenaban de material y encima cultivaban, y acá en Guachimontones lo que se realizaba era una reticula de canales que generaba una apariencia de islotes, similar a las Chinampas, en realidad lo que hacían era recuperar el agua de los lagos hacia las planicies de la zona de playa de los mismos, pero el objetivo final era prácticamente el mismo, eran unas islas con canales de agua. Desde la funcionalidad son similares, pero el modo de construcción es diferente”, concluye.

Esta investigación es realizada a través de dos proyectos de la DGAPA-UNAM, un apoyo PAPIIT (IN113221) y otro PAPIME (PE108122), en el que estudian la geoarqueología y paleoambiente de registros lacustres holocénicos del occidente de México. Participan especialistas de distintas entidades de la UNAM y del Colegio de Michoacán.


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