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Especial Emergencia Climática ¿Está relacionada La Niña con la sequía en el norte de México?

El Niño y la Niña son fenómenos climatológicos que se desarrollan en el océano Pacífico; alteran el clima de todo el mundo.

27-09-2022

Por Consuelo Doddoli, Ciencia UNAM-DGDC


En los últimos años, escuchamos cada vez con más frecuencia hablar de “El Niño” y de “La Niña”. Estos dos fenómenos climatológicos se refieren al calentamiento (El Niño) o enfriamiento (La Niña) recurrente en la superficie del océano Pacífico ecuatorial; a los dos se les conoce en términos técnicos como “El Niño -Oscilación del Sur o ENSO, por sus siglas en inglés, El Niño-Southern Oscillation.

El ENSO, no es nuevo, es un fenómeno natural que se repite periódicamente. Los primeros registros de estas fluctuaciones en la temperatura de la superficie del mar fueron reportados por el capitán peruano Camilo Carrillo en 1892, quien notó la existencia repetida de una corriente marina cálida en las costas normalmente frías de Perú.

El nombre de El Niño se lo dieron unos pescadores peruanos que notaron que, a veces, el agua del mar estaba más caliente de lo normal y que había más peces, esto sucedía en época de navidad en Perú. Lo llamaron El Niño, en referencia al niño Jesús, y a su contraparte, cuando el agua está más fría, le llamaron La Niña.

Los científicos no tienen certeza de qué es lo que dispara el proceso de formación de El Niño o de La Niña, aunque sí saben que está relacionado con los llamados vientos alisios. Estos, son una corriente de vientos que soplan casi constante, de este a oeste, durante el verano del hemisferio Norte y más irregular durante el invierno. Los mencionados vientos son muy importantes, porque desplazan las masas de agua oceánica.

En particular, en la costa de Perú, desplazan las aguas superficiales cálidas, lo que permite que el agua profunda y rica en nutrientes ascienda a la superficie. 

En condiciones normales, cuando no existe El Niño o La Niña, las aguas superficiales de la costa de Perú presentan temperaturas muy bajas de alrededor de 4ºC. Estas aguas ricas en nutrientes favorecen que haya muchísima pesca que sustenta la economía de varios países. 

El Niño aparece aproximadamente entre cada 3 a 7 años. Durante esta fase cálida, los vientos alisios se debilitan, de manera que se mueve menos agua hacia Australia y trae como consecuencia que la parte central y oriental del Pacífico se caliente más de lo habitual. Esta enorme masa de agua cálida transfiere mucho calor a la atmósfera, ya que el aire cálido y húmedo se eleva desde la superficie del mar hasta varios kilómetros en altura.

En ocasiones, después de El Niño, viene un enfriamiento muy brusco en el Océano Pacífico ecuatorial, que da origen a La Niña. Sin embargo, esta fase fría también puede ocurrir sin que haya existido previamente la fase de El Niño.

Durante La Niña, los vientos se fortalecen y la masa de agua caliente es empujada al este de Australia, hacia las costas de Perú. Las aguas frías dominan así el Océano Pacífico oriental, controlando el clima y modificando la temperatura del aire en el planeta.

De manera general, El Niño o La Niña pueden llegar a durar un año completo y desaparecer al siguiente.



La Niña del 2020

Por increíble que parezca, el fenómeno tiene una gran influencia en las condiciones climáticas de diversas partes del mundo. Esto debido a que, tanto el fenómeno de El Niño, como el de La Niña, cambian la regulación de la atmósfera que normalmente tenemos, comenta la doctora Christian Domínguez Sarmiento, investigadora del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM.

Agrega que, por lo regular, se tiene una fase del mismo cada año; es decir, un año hay El Niño, el siguiente pudiera existir La Niña, y en otros años podría permanecer neutro (sin variaciones en la temperatura superficial del mar del Océano Pacífico ecuatorial).

La fase más frecuente es el neutro. Puede haber varios años seguidos donde la temperatura superficial del mar del Pacífico Ecuatorial es “normal”.

Actualmente, tenemos las condiciones que caracterizan a La Niña en el Pacífico ecuatorial. Iniciaron desde principio del 2020 y se han mantenido hasta la fecha. Esta duración tan larga de tres años es muy extraña, aunque ya había sucedido en 1973-1976 y en 1998-2001.

Como es de esperar, una duración de tres años de La Niña ha tenido serias consecuencias en México. Una de ellas es la sequía y el impacto en la disponibilidad de agua en el norte de nuestro país.

Y es que, normalmente durante la temporada invernal (hablando meteorológicamente), que inicia alrededor de la mitad de septiembre y termina a finales de abril o mediados de mayo, hay muchos frentes fríos que provocan lluvias, principalmente en los estados del norte del país y en ocasiones, llegan hasta el centro del país, afectando a la Ciudad de México, e incluso hasta el sureste, afectando la Península de Yucatán.

Sin embargo, cuando está La Niña, la mayoría de los frentes fríos se quedan en el centro de Estados Unidos y algunos pocos descienden a las latitudes de México. Esto provoca que en el sur de los Estados Unidos y en el norte de nuestro país haya sequía (principalmente en Coahuila, Chihuahua y Nuevo León); es decir, lluvias escasas, aumento en la temperatura y cielos despejados, que traen consigo la evaporación, y consecuentemente, el agua de las presas disminuye, se secan los ríos, la humedad del suelo disminuye, entre otros problemas.

Si bien es un fenómeno natural y que se repite periódicamente, los científicos del clima consideran que el cambio climático, es decir, las alteraciones en la estructura de la composición de la atmósfera debido al aumento de los gases de efecto invernadero, repercuten en su comportamiento, volviéndolo más intenso y con más duración que durante los años en los que no existían tantos gases de efecto invernadero.

Por ejemplo, si tenemos una sequía prolongada asociada a los tres años de duración de La Niña, con un cambio climático pronunciado en los próximos años, la sequía tendrá una duración más larga y podría afectar a todo el país. Además, los especialistas vislumbran que estas sequías prolongadas se podrían repetir con una mayor frecuencia, teniendo tiempos de separación más cortos entre cada Niña de tres años.

Prevención

La crisis del agua en zonas del norte de México advierte la urgencia de que los tomadores de decisiones, en los tres niveles de gobierno mexicano, adopten medidas de prevención para amortiguar los daños provocados por la sequía.



Actualmente, existen modelos matemáticos, conocidos como “modelos climáticos” que describen el movimiento de la atmósfera y del océano con tres o hasta cuatro meses de anticipación. Con esta información, es posible conocer los pronósticos climáticos; es decir, cómo podría ser la temporada de lluvias, así como estimar en que meses habrá menos o más lluvias que el promedio histórico y con esta información es posible tomar medidas preventivas.

Por otro lado, agrega Christian Domínguez, se debe tomar en cuenta el uso y la distribución del agua. Actualmente, el 76% del agua en nuestro país se destina a la agricultura y ganadería, mientras que solo el 14% es utilizada en el consumo humano.

Entre las posibles acciones para evitar la escasez extrema sugiere utilizar plantas de tratamientos de aguas negras y usar esta agua para la agricultura y la ganadería. Otra posible acción sería la captación del agua de lluvia. Sin embargo, lo más importante, enfatiza la investigadora, es orientar a la ciudadanía para utilizar mejor el agua y evitar su desperdicio.

La investigadora recomienda además que todos los ciudadanos nos mantengamos informados sobre cómo será el clima en los meses venideros. Por ejemplo, si las personas saben que durante los próximos meses va a llover poco, podrían tomar algunas medidas como invertir en algún sistema de captación de agua.


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