22-05-2023
Por Consuelo Doddoli, Ciencia UNAM-DGDC
Los cielos nocturnos están entrelazados con nuestra vida e historia. Son el telón de fondo de las primeras observaciones astronómicas y el escenario de procesos biológicos en múltiples escalas.
Por ejemplo, aunque ciertas personas se definan a sí mismas como criaturas nocturnas, lo cierto es que nuestro cerebro, por medio de receptores, asocia el día con la actividad y la necesidad de responder y actuar.
Al atardecer, cuando la luz natural disminuye y el cielo azul es reemplazado por tonos ocres o rojizos, los receptores dejan de ser estimulados. Esto se traduce en una señal de descanso. Además, se produce melatonina, una hormona que incita al sueño profundo.
Detrás del porqué no se ven las estrellas desde tu casa hasta de algunos cambios en la conducta de los animales, se encuentra la iluminación artificial. El doctor Fernando Ávila Castro, investigador del Instituto de Astronomía de la UNAM, es uno de los que abogan por aminorar los efectos de la contaminación lumínica.
Astronomía
Los cielos oscuros son indispensables para observar objetos celestes débiles o distantes. La luz que emite un asentamiento humano hacia arriba choca con las partículas de la atmósfera. Una parte se refleja hacia abajo e interviene con la luz de los cuerpos que trata de captar el telescopio.
Salud
La luz artificial altera el ritmo circadiano. Tenemos un “reloj interno” con variaciones cíclicas según los cambios ambientales. El sueño, la secreción de hormonas, la regeneración de células o la actividad cerebral, están relacionados con el día y la noche.
Ecosistemas
Microbios, plantas y animales también rigen su comportamiento de acuerdo con los cambios de luz. Las migraciones, ciclos reproductivos y hábitos de alimentación están determinados por el paso del tiempo.