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Registro y rescate de Petrograbados en el Parque Nacional El Tepeyac

Un valioso patrimonio cultural en el interior de la Ciudad de México.

22-07-2022

Por Naix’ieli Castillo, Ciencia UNAM-DGDC


Dentro de la Ciudad de México, el Parque Nacional El Tepeyac es un hermoso espacio natural inmerso en un entorno totalmente urbanizado. Este sitio constituye un atractivo turístico de una riqueza biológica, con valiosos beneficios ambientales y también un patrimonio cultural que incluye vestigios de culturas prehispánicas.

El parque se localiza en la parte oriental de la Sierra de Guadalupe al norte de la Ciudad de México. Una pequeña porción del mismo pertenece al Estado de México. El área natural incluye el Cerro Santa Isabel, el Cerro de Guerrero y el Cerro de Gachupines.

En este lugar investigadores del Departamento de Salvamento Arqueológico del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM han colaborado para hacer un registro de vestigios de culturas prehispánicas y elaborar una estrategia para la investigación y protección del patrimonio cultural.

La maestra Rocío Berenice Jiménez González, adscrita a la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH, relata que los trabajos en el sitio iniciaron a partir de una denuncia ciudadana hecha por la asociación civil Amigos del Parque del Tepeyac y de Tola quienes se acercaron al INAH para informar que había petrograbados en el cerro de Vicente Guerrero ubicado en la sierra de Guadalupe y expresar su preocupación de que estaban siendo alterados. Es entonces cuando el INAH asigna la inspección del sitio a la doctora Berenice Jiménez.

Recorrimos el espacio e identificamos que sí había petrograbados y efectivamente se estaban poniendo en peligro, también constatamos la presencia de terrazas o lugares adecuados para poner plazas y montículos prehispánicos que corresponden al periodo posclásico tardío y que habían sido alterados por las ocupaciones sucesivas en el cerro de manera desordenada.

  • Al hacer una revisión bibliográfica vieron que existe una mención antigua de Sahagún en la que identifica al cerro como un lugar donde hacían ceremonias para pedir agua y supuestamente se sacrificaban infantes.

Fue entonces cuando los investigadores del INAH planearon una estrategia de estudio e invitaron a investigadores del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM del Laboratorio de Prehistoria y del Laboratorio de Análisis Espacial y Digital. Todos ellos habían hecho anteriormente una estrategia de investigación similar para un proyecto de pintura rupestre.

Una vez que inició la colaboración, los investigadores hicieron un primer mapeo del sitio. “Llevamos los drones, llevamos estaciones totales ( estas son instrumentos electro-ópticos usados en topografía) hicimos registros, para ver elevaciones e identificar terrazas,  también encontramos materiales como cerámica o piedra trabajada que indica ocupaciones”.

Sobre los petrograbados, la maestra Berenice Jiménez explicó que no es posible determinar su temporalidad. En primer lugar porque no se cuenta con una metodología que permita fechar este tipo de manifestaciones y en segundo lugar porque no se encontraron elementos que estén asociados directamente a los petrograbados, como casas, restos de montículos o materiales cerámicos.

“Únicamente podemos decir que el tipo de diseños son prehispánicos y que vimos alteraciones a lo largo del tiempo. Estas van desde algunas que corresponden al periodo colonial, grafitis que son fechas de 1906 y otros daños más recientes que son vandalismo” señaló.

Quiénes habitaban ese lugar

La maestra Berenice Jiménez indicó que aún no se puede determinar que grupos o culturas fueron autores de los petrograbados. Únicamente se sabe que la zona tuvo una ocupación constante por lo menos desde el año 800 antes de nuestra era, en el periodo preclásico. Ya se había documentado la presencia de aldeas en estos años en el cerro Ticomán, que está al lado.

También han identificado que en el periodo posclásico, alrededor de 900 años después de Cristo, vivieron ahí grupos nahuas.

“Si bien los investigadores que trabajaron al principio estos petrograbados, hace más de una década, mencionaban que podían estar justo relacionados con estos primeros momentos, en este nuevo ciclo de trabajos de investigación no tenemos elementos para decir que así fue”.

 Análisis Espacial y Digital 

El técnico académico Gerardo Jiménez forma parte del Laboratorio de Análisis Espacial y Digital del Instituto de Investigaciones Antropológicas. En entrevista para Ciencia UNAM, comentó que cuando acudieron al sitio por primera vez, como en cualquier proyecto arqueológico, una tarea importante que debían hacer era establecer los límites del sitio.

Usaron drones para fotogrametría digital. La fotogrametría es una técnica que permite determinar las propiedades geométricas de objetos o situaciones espaciales a través de fotografía. Se utiliza en arquitectura, cartografía y también en arqueología.




Los investigadores adquieren las imágenes y las georeferencian con posicionadores vía satélite de tal manera que la imagen del mapa donde se pueden ver los vestigios culturales esté posicionada correctamente en un sistema de coordenadas.

También llevaron un dron provisto de un lente que podía registrar el espectro infrarojo que les permite evaluar si había alteraciones en el entorno que se reflejaran en la vegetación, como crecimiento diferencial o falta de vegetación en algunas zonas.

“Una vez adquiridas las imágenes en campo y procesada la información podemos producir mapas muy precisos por el posicionamiento vía satélite. Anteriormente la fotogrametría se hacía con avionetas a mucha altura. Ahora estábamos volando el dron a 30 o 50 metros sobre el área de despegue, por lo que las imágenes que podemos producir son muy precisas”, explicó.

La otra ventaja es que el dron permite abarcar un área relativamente grande en poco tiempo. “En la primera sesión hicimos 5 vuelos, abarcamos bastante parte del cerro y eso nos permitió evaluar la presencia de terrazas y otras estructuras. En un levantamiento topográfico normal nos hubiera llevado varios días más de trabajo y sin la precisión de esta tecnología”.

El experto explica que obtienen un mapa topográfico de la zona y pueden probar varias técnicas de visualización computacional que ayudan a hacer más evidente cualquier vestigio cultural o arqueológico.

Otra técnica usada en el Laboratorio de Análisis Espacial y Digital es la de sensores LIDAR (ligth detection and ranging, es decir detección por luz y distancia). El sensor dispara 300 mil pulsos de luz por segundo, estos llegan a algún lugar y rebotan regresando al sensor con la posición X, Y y Z de cada uno de esos puntos.

Los investigadores cuentan con una tecnología llamada localización simultánea y mapeo (slam) y esta permite dibujar el entorno, explica el maestro Javier López, del Laboratorio de Análisis Espacial y Digital del Instituto de Investigaciones Antropológicas .

El sensor se puede colocar en cualquier tipo de transporte y a medida que va avanzando va generando un mapa de la zona de manera prácticamente automática. En el caso de los petrograbados, los investigadores hicieron varias sesiones de caminata por el área con el sensor para abarcar todo el terreno. Con los datos obtenidos generaron una nube de137 millones de puntos.

“Al final se genera una nube de puntos, estos los filtramos y los clasificamos en varias categorías, primero se identifica el terreno, la vegetación y si hubiera rasgos modernos también se clasifican aparte”. Una vez hecho este trabajo los especialistas pueden “apagar” cada una de las capas de estas clasificaciones y quedarse solo con lo que les interesa, por ejemplo, la parte del suelo donde descansan los petrograbados, detalla el maestro López.

Con esta técnica LIDAR se generan modelos digitales de elevación, sombreados digitales y visualizaciones pero la diferencia es que ya no está la vegetación que estorbaría a la vista y al levantamiento topográfico. Es una tecnología que permite hacer un registro métrico muy preciso.

Petrograbados y pinturas rupestres

El doctor Guillermo Acosta del Laboratorio de Prehistoria del Instituto de Investigaciones Antropológicas, señala que en su laboratorio se ha trabajado específicamente en el estudio del arte rupestre. Ahí se cuenta con cámaras infrarrojas, termo gráficas y otros equipos que les permiten hacer análisis sobre los materiales de los cuales están hechas las pinturas y hacer un registro tridimensional de cada uno de los elementos rupestres.

El reto fue aplicar este tipo de tecnologías  a los petrograbados que son vestigios muy distintos porque no tienen pintura.

El doctor comenta que el objetivo es aplicar esas técnicas para entender  la composición elemental de los petrograbados con respecto a la roca original y analizar elementos que se han ido añadiendo, por ejemplo, líquenes que van generando una pátina sobre los grabados.

Las técnicas que utilizamos nos permiten tener idea del grado de preservación de estos elementos rupestres, por ejemplo, cuales son los rasgos que han ido perdiendo detalle por erosión y agentes externos como el intemperismo. Por otro lado, los líquenes que se desarrollan en la superficie de la roca, pueden difuminar o incluso ocultar esos elementos rupestres.

También están interesados en saber que tanto el calor o el intemperismo pudieran tener mella en el petrograbado. Entre otros análisis, estudiaron, con técnicas de análisis de fluorescencia de rayos x, cuáles eran los valores de la pátina que se formó en la roca desnuda comparándolos con los valores en la roca esculpida y observaron que hay diferencias. Esto les permite saber que son muy antiguos aunque no es posible decir precisamente de cuando.

Otro análisis que se hizo con cámara termográfica consistió en ver cual era la intensidad del cambio térmico durante la mañana y por la tarde y medir a cuanto calor estaban expuestos. “Veíamos que en realidad podían llegar a mas de 40 grados centígrados durante el día, incluso en días relativamente nublados” comentó el doctor Guillermo Acosta. Estos estudios son importantes porque los cambios de temperatura hacen que la roca se quiebre y que se puedan perder los elementos rupestres.

El doctor Guillermo Acosta expresó que la aplicación de ciertas metodologías sirve por un lado a los científicos para entender cuál es la composición y las características físicas del espacio y de los elementos rupestres, pero también genera información útil para poderlos intervenir, conservar y generar información a futuro.

Protegerlos y conservarlos

La maestra Sandra Cruz, de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del INAH señala que el registro y la documentación que se realizaron en el sitio de petrograbados ha sido fundamental para tener más información en términos culturales. Esto ha permitido también empezar a revalorar este sitio que ya se había identificado muchas décadas atrás pero prácticamente no se había abordado en un estudio mucho más amplio ni integral.

Todo el trabajo previo de registro y documentación es un paso inicial que da lugar a las labores de protección y conservación de los vestigios. En este caso, un equipo multidisciplinario de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del INAH compuesto por restauradores, ingenieros civiles, geólogos y arquitectos, se sumó a los trabajos.

La especialista Sandra Cruz comenta que, generalmente, cuando se habla de registros gráfico rupestres, se piensa en regiones alejadas de las poblaciones, recónditas o de difícil acceso, pero en este caso se trata de conservar un sitio que se encuentra inmerso en la mancha urbana. Aún cuando está en el interior de un parque nacional, este está rodeado por asentamientos humanos irregulares que lo invaden y que impactan en la conservación de los vestigios arqueológicos.

Hasta ahora los trabajos que ya han hecho incluyen definir una “poligonal de protección” es decir definir un área que encierra el patrimonio que se busca proteger. Asimismo, se ha hecho un diagnóstico del estado de conservación. Los investigadores del INAH han trabajado tanto in situ como en laboratorio, por un lado para lograr la caracterización de los petrograbados y las alteraciones que presentan y por el otro para entender las características del soporte pétreo.

“Conocer la técnica de manufactura de los petrograbados es importante, hay algunos que se hicieron con la técnica de percusión que consiste en golpear la superficie de la roca para hacer los diseños, también está la técnica de incisión en la que se usa un instrumento punzocortante para generar trazos”.

Analizar esta información en conjunto con los estilos de cada grabado, y el emplazamiento donde se ubican, suma a las posibilidades de interpretación, detalla la especialista en conservación del INAH.

  • Hasta la fecha se han identificado 13 conjuntos de petrograbados en El Tepeyac; podrían encontrarse algunos más en las próximas visitas que los arqueólogos y restauradores hagan al lugar. Aún no se cuenta con una interpretación de las obras porque la investigación está en desarrollo y la interpretación es una labor compleja.

Patrimonio que podría perderse

Sandra Cruz explica que hay diferentes alteraciones que pueden presentarse en los petrograbados. Se encuentran las generadas a lo largo del tiempo por la exposición de estas piedras a la dinámica natural, por el intemperismo tanto físico como químico. También están las alteraciones de origen antropogénico, por ejemplo: grafitis, acumulación de suciedad y hojarasca, y rutas de ciclistas por la zona de petrograbados.

Además de la protección temporal del perímetro, también ya se cuenta con una serie de cédulas en el sitio que contribuyen a su protección y a su comprensión cultural. Todo esto es con la finalidad de que se revalore este patrimonio y se pueda transmitir a las futuras generaciones.

“Todo el equipo de la UNAM, el INAH, la asociación civil, personal de la alcaldía Gustavo A Madero y de la Secretaría del Medio Ambiente de la Ciudad de México, han colaborado para determinar juntos las primeras acciones de protección y conservación preventiva” señaló.


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