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La mejor manera de conservar un libro es usándolo. Hoy es el Día Mundial del Libro

23 de abril, Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor.

23-04-2020

Por María Luisa Santillán, Ciencia UNAM-DGDC

El libro es un objeto que a través de sus páginas puede hacernos comprender la vida. El escritor argentino Julio Cortázar, quizá de forma más poética, señalaba que los libros son el único lugar de la casa donde todavía se puede estar tranquilo; sin embargo, un libro siempre es muchos libros y su lugar, más allá de las estanterías de una biblioteca o de un librero en una casa, está en las manos de los lectores.

La idea de que un libro que no se usa se conserva mejor, no es correcta. “Realmente es al revés, en el caso de los libros darles una circulación, que se usen, que se consulten, ayuda mucho a su conservación, porque el papel respira, se airea, las estructuras se mueven”, dice la doctora Martha Romero Ramírez, del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM.

El 23 de abril es el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor y algunos aspectos relacionados con este son la conservación y la restauración. En la conservación de un libro intervienen diversos factores. Unos están englobados en la naturaleza propia del material, como la composición del papel, la técnica de manufactura de éste, y la forma en que se resguarda y se utiliza.

Además, se encuentran las causas extrínsecas, que están alrededor del bien, que no nacen con el objeto, pero que lo pueden afectar y que son la temperatura, la humedad, el ambiente y la gente que lo manipula, entre otros.

Conservación y restauración

La doctora Romero Ramírez, quien es una de las pocas especialistas en Arqueología del Libro en el mundo, explica que la conservación consiste en todas las acciones y medidas que se toman para prolongar la vida de los bienes culturales y para frenar o retardar los deterioros que llegan a presentar.

Como parte de la conservación se encuentran las actividades de restauración, que implican actuar directamente sobre los bienes culturales; básicamente, intervenir la obra para estabilizar la pieza y que siga funcionando. Además, dependiendo de para qué se restaura y cuál es la finalidad de esa intervención de restauración, se utilizan diversas técnicas con las cuales se podrá llegar a niveles de mayor estabilización de la colección o del bien cultural.

“Normalmente cuando alguien escucha restauración se imagina que la pieza va a quedar como nueva, como recién salida de la fábrica, pero eso no sucede, porque el restaurador tiene entre sus principios éticos y teóricos el respetar la vida y la historia del objeto”, explica.

Así, la conservación es mucho más global, por lo que también está relacionada con el entorno del material. Por ejemplo, en el caso de los libros, la conservación incide con el lugar donde éstos se conservan, es decir, el mobiliario, el personal que lo manipula, la gente que trabaja con los materiales desde catalogación hasta el préstamo, y con los usuarios, quienes intervienen en la conservación dependiendo de la forma en cómo consultan los materiales.

En un libro las intervenciones se harán en función de lo que éste hace en cada uno de los recintos a los que pertenece. Al respecto, la especialista explica:

“No es lo mismo una intervención para un libro que está en una biblioteca universitaria, donde necesitamos que el libro dure lo más posible y en un uso rudo, que una biblioteca de memoria, como serían nuestra Biblioteca Nacional o la Hemeroteca Nacional en las que lo que está ahí, todo el objeto se debe de conservar, no sólo el contenido. En ese caso, la intervención será de otra manera para no modificar las evidencias históricas”.

Limpieza de las colecciones

La doctora Romero Ramírez es enfática en la importancia de que los libros tengan movilidad, por ejemplo, los de una biblioteca de una universidad, por su constante uso, no tienen tanta oportunidad de que se les acumule el polvo, lo que les permite estar mejor conservados, porque se encuentran en un ambiente más limpio. Por el contrario, aquellos que casi no se mueven presentan acumulación de polvo: “la conservación sí depende mucho de cómo los guardemos y de cómo los usemos”, destaca la investigadora.

Otro problema con el que se enfrentan los libros son las plagas, ya que los microorganismos que los atacan normalmente son los que se pueden alimentar de la celulosa del papel, las telas, la madera o de las proteínas que se encuentran en los cueros o en los pergaminos, materiales constitutivos de los libros.

“Dependiendo del deterioro macroscópico del libro es que podemos intuir el agente biológico que lo ocasionó, por eso se llama biodeterioro, que es cualquier modificación indeseable que hacen los seres vivos y que alteran las características propias de los materiales, como insecto o microorganismo; en el caso de los hongos a veces es un poco más evidente, porque van dejando manchas o algodoncillo de diversas coloraciones, pero en el caso de las bacterias no es posible identificar el deterioro, por lo que se necesita hacer un cultivo para identificar su presencia", explica.

En la actualidad, lo que se realiza es el monitoreo de plagas, es decir, primero se identifica el agente que está afectando los libros y con base en eso se deciden las acciones para el control o la eliminación de la plaga en cuestión.

“Por muchos años se fumigaban las colecciones como una manera preventiva y todavía hay algunos acervos que lo siguen practicando, sin embargo, hay estudios que demuestran que hacer estas fumigaciones de prevención hace más daño a la colección, porque se aplican sustancias que hacen daño a los documentos; además contra qué estamos actuando si no sabemos qué tendremos”.

De esta manera, es importante que se mantengan limpias las colecciones de libros, ya sea en una biblioteca o en una casa, que haya una adecuada circulación del aire, y que no haya una humedad relativa alta ni temperaturas altas.

La investigadora recomienda establecer un programa de limpieza constante (en especial de las colecciones que se mueven poco para evitar que haya bichos y acumulación de polvo), pero sobre todo hacer uso de los libros: “pensemos en el libro como una estructura funcional, que si no se mueve se atrofia”, destaca la doctora Romero, quien fue la fundadora del Departamento de Preservación en Hemeroteca Nacional.

Así, es importante mantener todas estas condiciones en la conservación porque un libro es más que un conjunto de hojas con una historia adentro; como objeto es único en sí mismo, con sus características materiales propias: al abrirlo nos habla sobre su autor (qué pensaba, a quién le dedica el ejemplar…), pero también sobre quién fue su lector (qué valor le daba al objeto, si hacía anotaciones al margen, si doblaba una esquina de la hoja para destacar una idea…) y en qué momento histórico se realizó (qué tipografía, formatos y tamaños se utilizaban).

Pero además, es importante conservar los libros porque, como decía Carl Sagan en su libro Cosmos, “rompen las ataduras del tiempo, y demuestran que el hombre puede hacer cosas mágicas”.


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