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Incendios en Australia. El difícil recuento de daños

Los impactos se verán en todos los ecosistemas, terrestre, marino y agua dulce.

07-02-2020

Por Guillermo Cárdenas Guzmán, Ciencia UNAM-DGDC

Las escenas apocalípticas de la devastación ocasionada por los incendios forestales en Australia dieron la vuelta al mundo: lenguas de fuego incontenibles que teñían de rojo el horizonte; familias humanas que huían desesperadas en tropel, cuerpos calcinados de animales emblemáticos de ese país, como canguros y koalas.

La escala sin precedentes que tuvieron los incendios durante esta temporada de sequía en Australia -los peores de los que se tiene registro, ya que ni barreras naturales como las cañadas o las selvas pudieron contenerlos- hará muy complicada no sólo la existencia de los animales que pudieron sobrevivir, sino también el recuento de los daños.

Inicialmente los expertos calculaban que tan solo en el estado de Nueva Gales del Sur habrían sido alcanzados por el fuego unos 800 mil animales. Si a esas estimaciones se añaden otras regiones afectadas, la cifra se dispara hasta más de mil millones de aves, reptiles, anfibios y mamíferos muertos.

Los científicos que estudian la flora y fauna cuentan con modernas tecnologías satelitales de monitoreo y mapeo que les proveen imágenes del territorio afectado y les ayudan a hacer las estimaciones iniciales; sin embargo, determinar la magnitud y extensión de los daños podría prolongarse durante varios meses.

Hasta que el fuego haya cedido por completo y los científicos puedan acudir a las zonas devastadas para efectuar sondeos de campo será posible saber con precisión el número de animales muertos y las especies en mayor riesgo de desaparecer.

Chris Dickman, ecólogo de la Universidad de Sidney, realizó los cálculos iniciales para obtener dichas estimaciones, basado en extrapolaciones que toman en cuenta la densidad de las poblaciones animales en las zonas arrasadas por el fuego, así como la extensión de los siniestros, que abarcaron nueve millones de hectáreas.

Sin embargo, este método -que permite un cálculo inicial muy rápido- es imperfecto, ya que la densidad poblacional varía en cada región, además de que no toma en cuenta a algunas especies como los murciélagos, que constituyen una cuarta parte de los mamíferos nativos de Australia.

“Un número tan grande como ése (mil millones de animales muertos) podría aumentar si tomamos en consideración también a los invertebrados afectados, sobre todo a los insectos, que tienen densidades poblacionales mucho mayores que los vertebrados”, comenta Ella Vázquez Domínguez, investigadora titular del Instituto de Ecología de la UNAM.

La especialista del Laboratorio de Genética y Ecología señala que, en vista de la extensión e intensidad de los incendios -a pesar de que en Australia parte de la biota está adaptada a regímenes de fuego- es más apropiado hablar de un “número nunca antes visto de individuos, poblaciones y especies afectados, en lugar de dar una cifra exacta”.

La persistencia de los incendios, favorecidos por olas de calor sucesivas y una temporada de sequía inusualmente prolongada en amplias zonas boscosas al sureste de ese país, ha provocado daños que otros expertos de la UNAM consideran equiparables a los que generaría un holocausto nuclear.



Balance incierto

Ella Vázquez aclara que la dificultad para estimar el número de invertebrados afectados por el fuego deriva de que los expertos no poseen información detallada sobre la mayoría de sus especies. “Por ejemplo, sabemos las densidades poblacionales de arañas o libélulas en ciertas zonas, pero no en una escala global”.

La investigadora, especialista en ecología molecular y conservación de vertebrados, añade que otro gran reto para los científicos será estimar los grupos de plantas arrasadas por el fuego, pues se tienen datos robustos sobre algunas especies de árboles afectadas, pero no pasa lo mismo con otras como las gramíneas (pastos).

Por lo pronto, con apoyo de imágenes satelitales y de cartografía, por ejemplo mapas de tipo de vegetación, se tienen la descripción y extensión de las comunidades y especies vegetales, y se pueden hacer estimaciones de cuánto de ello se ha quemado.

Pero hasta que los científicos logren incursionar en las áreas afectadas, para hacer trabajo de campo y recabar información in situ, será posible comparar el estado de la flora y la fauna antes y después de los siniestros y así precisar la magnitud y extensión de los daños.

Aun así, el balance de daños cuando se controlen los fuegos sólo será provisional, es decir estará actualizado hasta las fechas en que se haya recabado la información. Los efectos de la devastación continuarán a mediano y largo plazo y se extenderán prácticamente a todos los ecosistemas, afirma la especialista.

Inclusive habrá especies que aunque no hayan desaparecido del todo en ese momento, al efectuar el balance,  se encontrarán en grave riesgo.

“Aunque el día de mañana tuviéramos el número exacto de especies afectadas, de todas maneras tendríamos que estimar las consecuencias catastróficas en lo inmediato, en el corto, mediano y largo plazo”, plantea Ella Vázquez.

Por ejemplo, si una especie o población ya estaba en categoría de riesgo o en peligro de extinción en alguna de las listas que elaboran organismos de protección medioambientales, como la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, la misma tendrá una alta probabilidad de desaparecer debido a las condiciones adversas después de los incendios.

Y es que la fauna sobreviviente resulta sumamente vulnerable no sólo a las condiciones ambientales que prevalecen tras los incendios: escasez de alimento y refugio, propagación de enfermedades, competencia por los pocos recursos disponibles, sino que también queda sumamente expuesta a los depredadores.

A LARGO PLAZO. Se estima que serán afectadas asimismo las corrientes marinas, el clima global que ya muestra las alteraciones producidas por la emisión de gases de efecto invernadero, las cadenas alimenticias y la salud humana. El proceso de recuperación será muy complicado y podría demorar cientos de años. 

Otro impacto menos perceptible pero muy importante, es el transporte de las cenizas y el polvo que se generan por los incendios hacia el mar.

Estos sedimentos en grandes cantidades afectan rápidamente a las comunidades coralinas. La Gran Barrera australiana es la mayor extensión de estos organismos en el mundo y con ello también se producen alteraciones significativas sobre la fauna marina y en las pesquerías.

Las consecuencias encadenadas son a nivel terrestre, costero y marino e incluso en los cuerpos de agua dulce. No solo se ve afectada la fauna terrestre y los árboles, sino todo el ecosistema, advierte Ella Vázquez. Por eso no es posible poner en perspectiva la magnitud de la tragedia, muy similar a la que provocaron los incendios del Amazonas en Brasil.

Ante esta situación, y en vista de que muchos ecosistemas en Australia están asociados con el fuego -al cual requieren para su regeneración, a diferencia de las selvas tropicales en Brasil- podrían aplicarse al menos algunas medidas para controlar los daños. Primero con acciones para evitar nuevos incendios en las zonas que no fueron arrasadas y luego mediante procesos de restauración.

Estos procesos de restauración, que deben empezar con la flora y la protección de lo que queda en pie, tardarán muchos años, pero deben aplicarse junto con distintas técnicas para prevenir otros incendios, incluso con el uso de fuegos controlados, labor en la que Australia tiene mucha experiencia, concluye la especialista.

Para saber más



Incendios forestales en Australia, NASA.



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