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Tu corazón podría ser mío: el camino que recorre un paciente con trasplante

La vida de quien recibe un trasplante de órgano, cambia radicalmente.

30-09-2019

Por Isabel Pérez, Ciencia UNAM-DGDC

El paso más importante para el desarrollo científico de los trasplantes tuvo lugar en los inicios del Siglo XX, y se relaciona con el descubrimiento de la sutura vascular por parte de un investigador francés, Alexis Carrel. Así, el origen de los trasplantes de órganos está muy ligado al desarrollo de la cirugía vascular. Con este avance, entre los años 1900 y 1915 se realizaron los primeros trasplantes en animales. El animal elegido fue el perro y el órgano, el riñón.

Los trasplantes de órganos, tejidos y células, se presentan ahora como invaluables oportunidades para aquellos padecimientos crónico-degenerativos cuya consecuencia es la insuficiencia de algún órgano, y representa en la mayoría de los casos, la única alternativa terapéutica.

El autor del primer trasplante de corazón en México es un académico de la Facultad de Medicina de la UNAM. En 1988, Rubén Argüero Sánchez trasplantó por primera vez a un ser humano este importante órgano, lo que significó un gran avance para la medicina en nuestro país, ya que a raíz de esa primera cirugía, vinieron muchas más que contribuyeron a salvar numerosas vidas.

Los trasplantes consisten en transferir un tejido, órgano o células vivas, de su sitio original a otro diferente funcionando, esto puede ser dentro de un mismo individuo o bien de un individuo a otro, con el propósito de restaurar las funciones perdidas del mismo, sustituyéndolo por uno sano, explica Jhovani Belmont, académico de la Facultad de Medicina de la UNAM.

¿Somos compatibles?

El trasplante puede ser de un ser vivo o uno cadavérico; el más común en México es el que se conoce como aloinjerto u homoinjerto, es decir, que el donante y el receptor son genéticamente diferentes, pero con la terapia farmacológica pueden hacerse, hasta cierto grado, compatibles.


Para que un paciente sea candidato a ser trasplantado debe reunir una serie de requisitos, y para ello es necesario efectuar diversos estudios. Tanto el donante como el receptor deben realizarse exámenes de determinación de grupo sanguíneo que es donde se observa la compatibilidad entre ambas partes.

También se llevan a cabo estudios complementarios, como una radiografía de tórax con el fin de saber si el corazón y los pulmones se encuentran en buenas condiciones; un electrocardiograma y pruebas funcionales pulmonares como la espirometría, entre otros.

Habitualmente, se busca que el donante sea un familiar cercano y que no padezca ninguna enfermedad crónica degenerativa como diabetes, enfermedades cardiacas, renales, obesidad, VIH, entre otras, ya que el órgano a donar no sería de buena calidad.

  • En caso de  que el donador sea cadavérico, debe verificarse que haya sido por muerte cerebral y descartarse que haya fallecido por una enfermedad crónica.

Pocos órganos

Respecto al protocolo de investigación y las valoraciones médicas, el doctor Belmont señala que el tiempo que se llevan estos trámites es de un mes, aproximadamente; el problema radica en la disponibilidad de órganos para donar.

Los órganos más solicitados para trasplante son el riñón y el hígado, después está el corazón y en cuarto lugar está el páncreas y por último el pulmón. El corazón es el órgano que menor número de donaciones registra.

Los pacientes trasplantados de riñón o de hígado son los que mayor esperanza de vida tienen, en tanto que quienes han recibido donación de pulmones o corazón tienen menor sobrevida. Las personas con trasplante de tejidos o células, generalmente tienen una mayor sobrevida.

“Hablando de reglas generales, durante el primer año sobreviven de manera satisfactoria hasta 62% de los pacientes que son sometidos a este tipo de procedimiento; a los tres años 57% de los pacientes siguen vivos y a los cinco años posteriores al trasplante 52% han sobrevivido”.

Lo anterior significa que tenemos un gran porcentaje de personas que después de este procedimiento viven favorablemente, ya que si un paciente logra vivir más de cinco años con un órgano donado, ya se considera un gran éxito.

El antes y el después

Un trasplante cambia la vida del paciente. Antes del procedimiento, más del 50% de las personas son dependientes de otras personas o de cuidadores para realizar hasta sus actividades más básicas; después de un trasplante de órgano el 100% de las personas recuperan su capacidad de auto cuidado.

“Luego de un trasplante de órganos solamente el 50% se reincorpora a su trabajo o a su actividad escolar, según sea el caso. Esto merma su calidad de vida, pues el que muchas personas no puedan regresar a su vida normal, los limita al tener que cambiar muchos hábitos, pero en general, todos reportan que después del trasplante su calidad de vida mejora”.

Es posible que posterior a recibir el órgano, se presenten trastornos como ansiedad y depresión, sobre todo si anteriormente ya se tenían síntomas, es posible que estas alteraciones se exacerben o se hagan más que evidentes.

Por ello, refiere Jhovani Belmont, es importante una valoración psicológica previa con el fin de determinar que daños se pueden sufrir después del trasplante, y es que a veces aunque la cirugía haya sido todo un éxito, el paciente puede percibirlo de manera diferente.

La edad máxima en que una persona puede ser candidata para recibir un trasplante, son los 60 años, después de esta edad difícilmente podría realizarse una cirugía de este tipo, debido a que pueden presentarse alteraciones en otros órganos, pues a esa edad muchos pacientes tienen enfermedades crónicas a nivel cardiovascular, respiratorias y metabólicas, así como cambios en el sistema inmune.

De acuerdo con el Registro Nacional de Trasplantes, 21 mil 500 personas están a la espera de un trasplante de órgano, esto, debido a que no hay suficientes donantes para cubrir esta demanda. Lo anterior significa que es urgente aumentar la donación de órganos de quienes fallecen.


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