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La vida a mil kilómetros del continente: las Islas Revillagigedo

Por su riqueza de flora y fauna, Revillagigedo es conocido como “las galápagos mexicanas”.

28-04-2015

Por Tlanex Valdés, DGDC-UNAM

A quién no atrapan las historias de aventureros que surcan los mares, enfrentándose a los caprichos inestables del océano con el afán de encontrar a su paso especies marinas fantásticas: pulpos, mantarrayas gigantes, ballenas, bancos de peces de colores jamás soñados, aves marinas que surcan los cielos a toda velocidad y también paisajes paradisiacos de las misteriosas islas apartadas de toda civilización.

Si trasladamos estos relatos de la ficción a la realidad, sin duda los protagonistas aventureros de la historia serían los científicos y los escenarios en donde encontraríamos ecosistemas similares nos llevarían a un territorio mexicano poco conocido: las islas Revillagigedo.

Ubicado al oeste de Manzanillo, en Colima, entre 720 y 970 kilómetros de distancia del puerto, el archipiélago de Revillagigedo agrupa cuatro islas; San Benedicto, Roca Partida, Clarión y Socorro. El nombre de este conjunto de islas honra al “mejor virrey” de la Nueva España, el Conde de Revillagigedo, según las crónicas de la época.

Ciencia UNAM viajó allá en una expedición de biólogos para conocer la investigación científica realizada en ese lejano lugar. Para llegar fue necesario emprender una travesía de 38 horas en la patrulla oceánica de la Secretaria de Marina: el buque histórico “Manuel Doblado”.

Nos despedimos de tierra firme de un salto del muelle hacia el barco. La pesada carga de cada explorador, con provisiones para 20 días, no disminuía los 25 kilos. Era inminente prestar atención a cada movimiento para no fallar en el brinco y caer al mar, perder el equipaje y llevar una gran cicatriz de recuerdo. 

Transcurridas las primeras 30 horas, tras viajar acompañados por un grupo de delfines que perseguían el rastro del barco, desde la ventanilla del camarote, era visible a lo lejos la Isla más grande de Revilllagigedo: Isla Socorro. Era momento de desembarcar en nuestra primera parada.

La expedición partió liderada por el doctor Juan Martínez del Instituto de Ecología A.C. (INECOL), quien realiza trabajos de restauración en el archipiélago, un proceso que señaló es de suma importancia.

“Una isla que estuvo dañada por animales introducidos como borregos, gatos o conejos pierde muchos elementos de las reacciones ecológicas. Queremos guiar la restauración y regresar a su estado natural a la isla. Es algo complejo, necesitas el conocimiento de la vegetación y de las interacciones ecológicas”. 

Bastaron 40 minutos en tierra firme para ser testigos de las maravillas biológicas de la región. Tortugas gigantes, ballenas que saltaban con sus crías cerca de los acantilados, peces de múltiples colores (como el pez Ángel de Clarión de vivos naranjas con líneas estilizadas color azul metálico), gaviotas, lagartijas y cenzontles.

De fondo en medio de la isla se alzaba el volcán Evermann. Es en estas tierras en donde hace 43 años se extinguió una especie endémica, la “Paloma de Socorro”.

El regreso de la paloma de Socorro

Corría el año de 1869 y tras el naufragio del barco en el que viajaba el naturalista Andrew Jackson Grayson y su hijo Edward Grayson, fue descubierta la Paloma de Socorro.

La historia cuenta cómo la embarcación resultó dañada tras chocar con unas rocas (debido a un descuido del capitán) y fue evacuada por ambos exploradores, quienes rescataron agua, alimentos y equipo de trabajo del buque.

“Sin importar la situación precaria en la que se encontraban, se dispusieron a trabajar. Al día siguiente Edward Grayson descubrió un ave, la llevó a su papá y le dijo: “es una nueva paloma”; el padre la vio y confirmó el hallazgo, la llamaron Paloma solitaria”, recordó el doctor Juan Martínez.

Años después, en la época del gobierno del presidente mexicano Adolfo Ruiz Cortines, se instaló una base naval en la Isla Socorro. Con el tiempo llegaron las familias de los marinos y sus mascotas. Fueron los gatos domésticos los que enseguida se convirtieron en el principal depredador de la paloma que finalmente acabó por extinguirse de la isla.

El último registro que se tiene del ave data de 1972, cuando el académico de la Universidad de Colima, Manuel Velasco Murguía, describió a la especie mientras presenciaba un evento del Gobierno de Colima:

“La Paloma de la Isla mueve a los más humanos sentimientos. Es un animalito precioso, de contextura igual a nuestra popular “güilota” pero de otros colores y costumbres. Tiene el dorso gris, el pecho bronceado, el cuello tornasol y el pico fileteado de rojo. Uno se puede acercar sin que muestre el menor temor. Algunos depredadores mataron a pedradas y garrotazos a dos o tres palomas… Ajena a la maldad humana –pobre criatura- ya aprenderá a temer al hombre.”    

Desde entonces el ave desapareció en su estado silvestre. Sin embargo no todo estaba perdido, ya que años antes, en 1925, el explorador Edward Gifford en una visita a Isla Socorro capturó una veintena de palomas para su crianza en Estados Unidos, de ahí su reproducción se extendió hasta Europa.

En 1987 el investigador Luis Baptista propuso un programa para su reproducción en cautiverio y la posterior reintroducción a su isla natal. Años después Juan Martínez del Instituto de Ecología A.C. se integró a este proyecto.

Actualmente en colaboración con la Secretaría de Gobernación, Secretaría de Marina, Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, el Instituto de Ecología del Conacyt, el Instituto de Biología de la UNAM, el Zoológico de Frankfurt, Africam Safari, Endémicos Insulares y cerca de 23 instituciones internacionales  luchan por la reintroducción de la Paloma de Socorro.

El Dr. Martínez coordina las labores que preparan a la Isla Socorro para recibir a las palomas, por ello trabaja en la implementación de una estación de cría y de un invernadero. En éstos germinan y crecen árboles endémicos de la isla como los cascarillos, guayabillos y zapotillos que servirán de alimento para las palomas.

Ver a esta especie de regreso en la isla, también es la meta de la investigadora Patricia Escalante, del Instituto de Biología de la UNAM.

“Tenemos la oportunidad de colaborar a regresar una especie que ya habíamos perdido en nuestro país. Hemos puesto los invernaderos para las pruebas de germinación para las plantas que tenemos que reintroducir en la isla. Estamos colaborando en la reproducción en cautiverio en los aspectos genéticos, en mi laboratorio de genética de la conservación y es importante que estemos registrando la variación genética con la que vamos a reintroducir a los individuos”, explicó.

Las primeras semillas del invernadero ya germinaron y son atendidas por el equipo de Martínez y el personal naval en Isla Socorro. A pesar que el monitoreo de estos árboles jóvenes implica viajar por mar 38 horas de manera periódica,  el equipo de científicos sabe que el esfuerzo vale la pena ya que la paloma de Socorro pronto regresará a su isla ancestral.

Un laboratorio de la evolución

El origen de las Islas Revillagigedo es volcánico y comenzó hace poco más de 3 millones de años, cuando ocurrió una separación de las placas tectónicas en la zona. Por esta abertura emergió una gran cantidad de magma en el piso del mar, que poco a poco alcanzó 3 kilómetros de altura hasta sobresalir del océano y formar los 4 volcanes que hoy conocemos. De estas, Isla Socorro e Isla San Benedicto tienen actividad volcánica actualmente.        

El vulcanólogo Nick Varley, de la Universidad de Colima, con 12 años de experiencia en el estudio de los colosos de Revillagigedo, es de los contados científicos que han navegado hasta el archipiélago para el monitoreo del volcán Evermann, en la Isla Socorro.

“En el caso de Socorro, hay un campo hidrotermal donde se encuentran varias fumarolas emitiendo gases constantemente y aguas termales. Parte de mi trabajo ha sido formar una imagen subterránea de ese sistema, utilizando varias técnicas de la geofísica y geoquímica. Cada año estoy tomando varios datos de agua de los manantiales, para ver si puedo detectar un cambio en el sistema volcánico”. 

Una vez que las islas se formaron, fueron colonizadas lentamente por distintas especies de flora y fauna. Una teoría llamada Biogeografía de islas, sugiere cómo evolucionó la vida en un lugar tan alejado.

Según los creadores de ésta teoría, los ecologistas Roberto MacArthur y Edward Osborne, el número de animales que habitan una isla es resultado de la interacción de procesos de inmigración y extinción de las especies. Mientras más alejada esté la isla del continente, menor número de especies la habitarán. También influye el tamaño geográfico de la isla, mientras sea mayor tendrá más fauna, ya que el espacio proveerá de un hábitat más complejo a sus poblaciones, que a su vez serán más grandes.

En el caso especial de Isla Socorro. En palabras del biólogo Juan Martínez, sus bosques esconden un secreto evolutivo que los mantienen vivos.

“Esta isla ha evolucionado para adaptarse a los huracanes; los árboles parecen árboles caminantes, es decir, en movimiento. Ellos crecen, se hacen grandes y vienen los huracanes y los tumban, entonces lo que han desarrollado es una estrategia en la que cualquier parte del árbol que toca el suelo desarrolla raíces. Eso les da formas caprichosas que les permite seguir vivos”.

A un día de haber dejado atrás la Isla Socorro, llegamos más aclimatados a la vida en el mar a nuestro campamento final: Isla Clarión, la segunda en tamaño y la más lejana de México. 

Campamento entre Bobos

Acompañados de 10 infantes y un capitán de la Secretaria de Marina, desembarcamos en una pequeña lancha hasta donde el mar, las montañas de conchas brillantes y los esqueletos de coral nos lo permitieron. De ahí en adelante seguimos a pie por el inestable mar, que igual podía cubrirnos la cintura o apenas rozar la rodilla.

Internados en las tierras de Clarión descubrimos el lugar idóneo para levantar el primer  campamento, una zona de anidación de pájaros “bobos patas rojas”. El pelaje blanco de las decenas de hembras, se podía observar desde los puntos más altos de la isla. Cada una de ellas resguardaba en su nido a un único huevo que incuba durante 45 días.

Como manchas oscuras en el arroz, se encontraban entre los nidos los más grandes depredadores de la isla: los cuervos. Estas aves, que parecen vigilar en todo momento a Clarión, esperaban el descuido o la intimidación de alguna hembra para arrebatar su huevo. 

El paisaje sonoro que transmite cada ave en su canto es importante para la investigación científica. El Dr. Martínez lo sabe, por ello, equipado con grabadoras especiales, diseñadas para captar el sonido durante cierto tiempo, grabó los cantos de la fauna durante 15 días. El registro de los cantos permitirá al equipo de biólogos tener una idea de que especies llegan y habitan en la Isla Clarión. Hasta ahora en el archipiélago se han documentado más de 130 especies de aves, 16 de ellas son endémicas de alguna isla.

El ave marina de la eterna juventud

Explorar las playas de Clarión es seguir las pistas de la diversidad biológica de la isla. Es en la superficie de sus arenas en donde existen múltiples huellas de aves, tortugas, organismos marinos e insectos. Una de estas huellas tiene un tamaño mayor a la palma de un hombre de 1.90 de estatura. Se trata de los gigantes del mar: los albatros.

Tal parece que la isla Clarión fuera un hospital especializado en maternidad para las hembras de distintas especies, ya que es aquí en donde además de los bobos y las ballenas jorobadas, también los albatros nacen. Por ello no es raro que durante las caminatas de observación nos encontremos una hembra de albatros empollando.

Describir la elegancia de estos animales es hablar de un plumaje impecablemente blanco con alas negras hasta de 3.5 metros extendidas, no por nada son considerados las aves más grandes el océano.

En tierra firme, una hembra albatros nos sigue con el intenso negro de su mirada. Sus ojos parecen esconder el secreto de la “eterna juventud”.  Y es que sí algo caracteriza a los albatros es que nunca envejecen; su cuerpo y capacidad reproductiva permanecen prácticamente sin cambio durante sus largas vidas (40-60 años). Asombrados, los científicos los estudian para entender los mecanismos fisiológicos que permiten su reparación celular y corporal.

Además, aunque los albatros pudieran parecer torpes en la tierra, son los reyes de los cielos. Para despegar necesitan un amplio terreno que les sirva de pista, pero una vez que emprenden el viaje, planean en los cielos durante horas, sin la necesidad de aletear más de una vez.

Bajo el rastro de estos gigantes del mar que sobrevolaban el océano, navegamos nuevamente durante 3 días por el  Pacifico mexicano. En el trayecto una ballena jorobada y su cría nos despiden brincando al lado del buque. Al ver a los marinos resguardar este territorio tan lejano, nos hace pensar que si Revillagigedo estuviera al alcance de la civilización, tal vez gran parte del ecosistema ya habría desaparecido.

Conservar este archipiélago significa proteger a especies animales inmigrantes y endémicas, entre ellas, tecolotes, ballenas jorobadas, albatros, culebras chirrioneras y nocturnas, pájaros bobos patas rojas, bobos enmascarados, grillos, halcones, tiburones martillo, mantarrayas gigantes de hasta 7 metros (emblemáticas de Revillagigedo y únicas en el mundo) y peces Ángel de Clarión, entre muchas otros más.

Por esta gran biodiversidad, Revillagigedo es conocido como “las galápagos mexicanas”, en referencia al lugar que inspiró a Charles Darwin a escribir El origen de las especies: las  Islas Galápagos, ubicadas a 972 km de la Costa de Ecuador.

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