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De la secu a la Antártica, la gélida travesía de adolescentes mexicanos

Los cinco jóvenes y su maestra antes y durante la expedición a la Antártica. Diseño: Bárbara Castrejón.

17-01-2014

Por Tlanex Valdés Rodríguez, DGDC-UNAM




Las historias sobre los paisajes gélidos y el deshielo de la Antártica por el cambio climático quedaron rebasadas en la realidad de cinco jóvenes de entre 13 y 14 años de la Secundaria Técnica 67, quienes tras vencer a 59 escuelas del Distrito Federal, ganaron la tercera edición del concurso “De la Secu a la Antártica, expedición 2013”. El premio fue la  oportunidad de vivir una travesía a cero grados, en el sur del planeta.

Ana Victoria Medina Morales, Estefani Maritza Elizondo Maldonado, Yair Alexis Reynoso Hernández, José Francisco Martínez Velázquez y José David Escalona Gómez, acompañados de la maestra Okantomi Libertad Martínez Ríos, transformaron una zona de piedra volcánica, adjunta a su escuela y que se encontraba en completo  abandono, en una huerta capaz de producir plantas y frutos medicinales, comestibles y de ornato.

Cuando concursaron con este proyecto, recibieron el apoyo de los miembros del jurado, entre los que se encontraba el Programa Universitario de Medio Ambiente (PUMA) de la UNAM, liderados por la Fundación Karla Wheelock, nombre de la primera mujer latinoamericana en escalar la montaña más grande del mundo, el Everest.

Rescate de áreas abandonadas

Los estudiantes aprovecharon las condiciones del suelo en las que se encuentra la Secundaria Técnica 67 “Francisco Díaz de León”, ubicada en la colonia Pedregal de Santa Úrsula, al sur de la ciudad de México. “Estamos justo sobre roca volcánica, y el fin era rescatar los medios que tenemos, para poder crear nuestro propio alimento orgánico, sin la necesidad de fertilizantes. Esta piedra volcánica es del volcán Xitle y dotó a las regiones de minerales que benefician a los sembradíos” declaró la profesora Okantomi Martínez Ríos.

El espacio para el cultivo diseñado por los estudiantes actualmente produce betabel, zanahoria, chayote, cedrón, limón, lavanda y toronjil, entre otras plantas y frutos. “Gracias a la comunidad limpiamos el espacio de toda la piedra volcánica, empezamos con nueve metros hasta lograr rescatar 2 mil metros. Estaba lleno de basura, residuos sólidos y animales muertos“, describió la alumna Ana Victoria.

Una vez que el equipo limpió los desechos del lugar, cavó de 30 centímetros en 30 centímetros para preparar la cama productiva en donde crecerían las semillas. Esto fue con el objetivo de oxigenar el espacio que fue preparado con agua y composta, con el fin de hacerlo fértil. Para  completar el proyecto, los estudiantes recibieron apoyo de biólogos de la Universidad Nacional Autónoma de México, padres de familia y alumnos de ambos turnos, así como de campesinos y la comunidad en general.

Los beneficios de esta iniciativa también llegaron a cerca de 100 casas de la colonia Pedregal de Santa Úrsula, en las que se siembran, con el mismo desarrollo, productos orgánicos que ya comienzan a entrar al mercado. Este esfuerzo les abrió la puerta a la Antártica.

Antes y durante la expedición

Los retos no terminaron con el desarrollo del proyecto ni al momento de la premiación, ya que para llegar a la Antártica los cinco jóvenes y su profesora fueron entrenados para soportar largas caminatas de hasta 9 horas sobre el camino nevado. Entrevistado previo a la expedición, el estudiante José Francisco describió lo que entonces él y sus compañeros hacían en la ciudad de México para enfrentarse a aquel ambiente.

“Nos vamos a las 5 de la mañana a caminar en el Ajusco, pues debemos ser capaces de cargar 12 kilos, porque eso pesarán las mochilas de cada uno. El propósito del viaje es crear conciencia del cambio climático y el impacto que las acciones de la humanidad tienen en aquella región tan lejana”.

La ruta trazada para llegar a uno de los puntos más fríos del planeta comenzó con la salida de México el 27 de diciembre de 2013, con rumbo a Santiago de Chile, lugar en el que abordaron un vuelo a Punta Arenas. Ahí viajaron en avión hasta la isla de Rey Jorge. Así concluyó el viaje de 13 días en el que el grupo de estudiantes convivió con investigadores chilenos, uruguayos, norteamericanos y chinos.

“Fue emocionante ver tanta nieve. Comíamos jamón, queso, salami. Visitamos la primera base de investigación china, en donde los investigadores estudian a los elefantes marinos. Nos dijeron que en invierno se congela el mar; es muy gruesa la capa y puedes caminar y patinar”, dijo José Francisco Martínez Velázquez.

De vuelta al clima cálido

Para los participantes, la aventura glaciar cambio la manera en que a su corta edad ven la vida. Adentrarse al mundo de los que hacen investigación en circunstancias de aislamiento con los humanos, pero con cercanía a la naturaleza les permitió apreciar y valorar el trabajo de los científicos que en ocasiones pasan meses sin ver a su familia.

“Después del viaje ahora sé que proponiéndome las cosas las puedo lograr; venciendo el cansancio, los temores y con los tiempos de los demás, es seguro que llegas a esa meta”, aseguró  Ana Victoria Medina Morales.

Los expedicionarios regresaron a México el 10 de enero. Seguirán al cuidado del huerto porque en palabras de José Francisco, quien tras el viaje decidió que quiere ser botánico, “de nada sirve crear algo si después lo vas a destruir”. 

Los recuerdos marcados en las fotografías de pingüinos, elefantes marinos, campamentos sobre la nieve, la bandera de México posando sobre ellos y muchas otras que ahora muestran a sus amigos, familia, medios de comunicación y profesores, los remontan a aquellos 13 días que sin duda definirán el resto de su vida.  

Si deseas conocer los pormenores de esta travesía consulta: http://www.expenews.com/es

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