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Hallan restos de un mamut en Milpa Alta

Luis Barba Pingarrón, uno de los participantes en el hallazgo del mamut. Diseño: Bárbara Castrejón.

03-04-2013

Por María Luisa Santillán, DGDC-UNAM




En Santa Ana Tlacotenco, poblado de la delegación Milpa Alta, se encontraron los restos óseos de un mamut que fue sepultado por cenizas volcánicas. Este es uno de los ejemplares que se ha localizado a más altura sobre el nivel del mar, a 2 mil 800 metros, y de los más completos que se han descubierto en la zona del Valle de México.

Con el apoyo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) desde hace un mes comenzaron los trabajos de excavación. Hasta el momento, se ha localizado a poca profundidad un colmillo, así como la mandíbula, el cráneo, las costillas y huesos de los cuartos traseros y delanteros. Con toda esta información, los investigadores confirmaron que son los restos óseos completos de un mamut, el cual se calcula que medía 4 metros de altura y 4 y medio metros de largo.

De acuerdo con el doctor Luis Barba Pingarrón, del Laboratorio de Prospección Arqueológica del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, este sería uno de los primeros ejemplares en México estudiado cuidadosamente con técnicas geofísicas antes de su excavación y al que se le podrán hacer estudios de residuos químicos.

Escondido en un terreno de cultivo

En diciembre de 2011, pobladores de Santa Ana Tlacotenco, al excavar un terreno de cultivo en donde pensaban construir una barda, encontraron algo que pensaban que eran unas piedras raras, las cuales posteriormente fueron identificadas como los molares del mamut.

Estos ejemplares fueron sacados por los dueños del terreno, por lo que los investigadores sólo pudieron conocer el primer hallazgo de esos molares a través de fotografías tomadas por los pobladores. Con las imágenes obtenidas se solicitó la colaboración del Instituto de Geología de la UNAM, quien sugirió buscar el apoyo del INAH, ya que este tipo de hallazgos requieren de una excavación arqueológica-paleontológica.

De esta manera, el doctor Luis Barba y el paleontólogo Joaquín Arroyo Cabrales, del Laboratorio de Arqueozoología del INAH, acudieron por primera vez al lugar en febrero de 2012 y lo único que encontraron fue el hoyo de donde se habían extraído los molares y muchos fragmentos de huesos dispersos de la superficie.

Los primeros molares extraídos por los pobladores fueron registrados por los investigadores y a través de estudios paleontológicos se identificaron dos molares superiores y uno inferior izquierdo, los cuales se pudo determinar que correspondían a un adulto joven de 40 años de la especie Mamuthus columbi que desapareció hace aproximadamente 10 mil años y es la más común en esta parte del continente americano. Su principal característica es que no es peludo y se asemeja más a un elefante.

Estudios geofísicos del terreno

Con esta información se decidió pedir autorización al Consejo de Arqueología para realizar estudios preliminares e identificar si se trataba de fragmentos aislados o de un ejemplar completo. Así en abril de 2012, con el permiso del dueño del terreno se realizó un registro fotográfico, un levantamiento topográfico y algunos estudios geofísicos preliminares. Para ese momento algunos resultados indicaban que era muy probable que el mamut se localizara en el sitio estudiado y a poca profundidad.

Lo primero que hicieron fue un levantamiento topográfico para ver las condiciones del terreno. El doctor Barba Pingarrón explicó que tenían imágenes aéreas de Google y una topografía con GPS que se levantó en abril de 2012. El investigador agregó que dicho predio tiene un canal que es producto de la erosión y en el borde de éste colocaron una retícula asociada al hoyo que cavaron los pobladores y cerca de la cual suponían que estaba el mamut.

Al principio se realizó un estudio magnético que cubrió una superficie de 16 por 20 metros. El encargado de los trabajos fue el maestro Jorge Blancas y los resultados mostraron variaciones en las propiedades magnéticas del terreno que sugerían la presencia de materiales volcánicos distintos, así como un cambio en un pedazo del área, la cual está directamente asociada al hoyo que cavaron los dueños del terreno.

Por tanto, los investigadores decidieron concentrarse en la parte más cercana a la que se extrajeron los primeros molares y realizaron un estudio eléctrico en 100 m2 que mostró la presencia de elementos que modificaban sustancialmente las propiedades eléctricas del terreno. Hasta ese momento, los estudios mostraban que los probables restos ocupaban un espacio de alrededor de 15 m2.

También se hicieron pruebas con el georradar y se pudo tener la confirmación de que había restos del mamut a un metro de profundidad, que no estaban aislados y que podría tratarse de un ejemplar más completo. Con estos datos, se elaboró un proyecto conjunto entre la UNAM y el INAH, avalado por la dirección del Instituto de Investigaciones Antropológicas y su Consejo Interno y autorizado por el Consejo de Arqueología.

Un mamut completo

En enero de 2013, se realizaron estudios geofísicos más detallados del área y desde hace un mes iniciaron los trabajos de excavación dirigidos por el maestro Agustín Ortiz, para los cuales se colocó una retícula en la esquina del terreno en donde se vio que había más probabilidad de encontrar restos del mamut.

El doctor Barba Pingarrón comentó que los datos del radar indicaban que los restos podían estar en aproximadamente un metro de profundidad, distancia exacta en la que localizaron un colmillo curvo característico de este tipo de mamut, así como su mandíbula.

Para continuar con los trabajos fue necesario solicitar también el permiso del dueño del terreno que se encontraba a un lado de donde estaban excavando y afortunadamente se logró identificar el resto del ejemplar que incluía el cráneo, el lomo, las primeras costillas, parte de la cadera y los huesos de los cuartos traseros y delanteros.

Lo anterior permitió tener la evidencia de que se trataba de un mamut completo, cuya posición indica que estaba recostado sobre su lado izquierdo y que al momento de morir fue cubierto por una capa gris que está adherida a los huesos. Los investigadores piensan que es ceniza producto de una erupción volcánica.

Siguiendo su huella

 
Este hallazgo es distinto a otros porque abre las posibilidades de conocer aspectos geológicos y biológicos de la zona. El mamut encontrado en Milpa Alta también aportaría nuevos conocimientos sobre este animal, su comportamiento y el lugar por el cual transitaba, ya que son animales cuyos restos óseos por lo regular se encuentran alrededor de los lagos, en donde al acercarse a tomar agua y alimentarse, quedaban atrapados por la arcilla, se hundían y finalmente morían.

Por tanto, este hallazgo representa un enigma para los investigadores, al ser uno de los mamut que se ha encontrado más alto sobre el nivel del mar, en una zona en la que no se había reportado otro descubrimiento.

“Los paleontólogos están hablando de que podría haber sido una ruta de comunicación entre el valle de Cuernavaca y el valle de México. Habría que ver con los vulcanólogos la posibilidad de que alguno de los volcanes que ahora están cerrando esta comunicación no estuviera, porque la Sierra estaba en plena formación y a lo mejor ese pasillo les gustaba a los mamut; esto es algo que habrá que probar”, informó el doctor Barba.

Las condiciones en las que se encontró el mamut permitirán realizar estudios novedosos, con los que se buscará reconocer huellas químicas de la descomposición de la carne en los sedimentos que lo cubren. El investigador expresó que con un poco de suerte podrán incluso encontrar en el abdomen parte de los restos vegetales que ingirió y seguramente había en ese lugar.

El doctor Barba Pingarrón comentó que también estudiarán el terreno alrededor de este hallazgo para ver si hay más restos de mamut. Agregó que por el momento saben que existe otro ejemplar a menos a un kilometro de distancia del área que están analizando. Una vez concluida la excavación, los restos óseos del mamut serán trasladados al Laboratorio de Arqueozoología del INAH, en donde serán limpiados, estudiados y consolidados.  

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