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Elementos radiactivos hasta en el café y la leche

Cuando la semilla del café es molida con cáscara, la concentración de potasio 40 es más alta. Foto: Bárbara Castrejón Gómez.

04-03-2013

Por Sofía Flores Fuentes, DGDC-UNAM



Como parte del Proyecto de Aplicaciones a la Dosimetría, investigadores del Instituto de Física y de la Facultad de Química de la UNAM miden los niveles de radiactividad en alimentos, con el objetivo de generar protocolos que establezcan los parámetros de concentraciones aceptables internacionalmente, y los que pueden ser riesgosos para la salud.

El responsable del proyecto, el doctor Guillermo Espinosa García, del Departamento de Física Experimental del Instituto de Física, comentó que las investigaciones de contenidos radiológicos en alimentos como cereales, cárnicos y lácteos, entre otros, se han realizado a partir de métodos nucleares de análisis de contaminantes utilizando espectómetros o aceleradores de partículas.

Los métodos nucleares detectan la radiación de los alimentos pues ésta es energía que “sale” de la comida. “Estos métodos presentan algunas ventajas en lo general sobre los análisis químicos, ya que no son destructivos, son simples de realizar y de alta confiabilidad.”

Un ejemplo de los resultados obtenidos es que cuando la semilla del café es molida con la cáscara, la concentración de potasio 40 es más alta en comparación con la molienda de semilla desnuda, sin que esto represente un riesgo para la salud.

Radiación natural o artificial

Todos los seres vivos y objetos del planeta recibimos radiaciones provenientes del cosmos y de nuestro planeta de forma constante. El doctor Espinosa aseguró que hablar de radiactividad va más allá de plantas nucleares y cáncer, por lo que estudiarla es vital para fijar parámetros de lo que es natural y lo que es nocivo.

“La radiación es un evento natural que existe desde la formación del planeta y está relacionado con sucesos como la evolución de la vida o nuestra alimentación. Por ejemplo, cuando uno toma café o come plátano, ingiere porciones de potasio 40, isótopo radiactivo de este elemento, necesario para el funcionamiento correcto de todas las células de nuestro cuerpo”.

Los elementos radiológicos se pueden dividir en naturales y artificiales. Las partículas radiactivas nativas del lugar donde se encuentran es lo que se conoce como natural. Cuando existen niveles aceptables de estos contenidos, no son considerados como un riesgo de salud pública. Los hongos, por ejemplo, son indicadores biológicos pues absorben los elementos radiactivos de la tierra.

Por otro lado, los elementos artificiales radiactivos son aquellos producidos por la actividad humana y, en general, son transportados de zonas remotas, por ejemplo a través del viento, a causa de explosiones nucleares o el mal manejo de desperdicios radiactivos.

Sin normatividad en alimentos

El investigador mencionó que el comercio mexicano de alimentos se realiza sin una normatividad nacional que establezca los niveles aceptados a nivel mundial de elementos radiactivos. Sin esta reglamentación, dijo, el valor de los productos mexicanos disminuye y las características sanitarias de los alimentos importados son desconocidas.

Señaló que existen instituciones y organismos internacionales que recomiendan niveles óptimos de elementos radiactivos, pero de contar con normas nacionales se favorecería al crecimiento financiero, principalmente. “Seguimos algunas reglas de Estados Unidos, pero no hay regulación. Teniendo nuestras propias reglas podemos aceptar materiales que no vengan contaminados y vender nuestros productos al precio real”.

Espinosa García recordó el caso de la leche contaminada proveniente de Irlanda en la década de los 80, durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari. El físico realizó en su momento la medición de los niveles radiológicos contenidos en esa leche importada y confirmó su contaminación por Cesio 134 y Cesio 137. Sus resultados, que funcionaron como referencia nacional, corroboraron la mala calidad de la leche, pero indicaron que los niveles de radiactividad no rebasaban los estándares prohibidos por reglamentos internacionales.

Explicó que la presencia de estos elementos en aquella leche importada, fue resultado del transporte de una nube con material radiológico de la explosión del reactor nuclear en Chernobyl, la cual contaminó los pastos de los que se alimentaban las vacas. La problemática en México surgió porque el lácteo irlandés de mala calidad fue distribuido a comunidades indígenas del país.

Saber de radiactividad

Guillermo Espinosa reconoció que el tema de la radiactividad genera miedo y esto impacta en las políticas públicas.

“Muchas veces, las dificultades vienen de la falta de conocimiento de los gobiernos y del público en general”. Recalcó que la difusión y comprensión de este tema es primordial, en tanto que los elementos nucleares no sólo son algo natural sino que tienen muchas aplicaciones, como en el diagnóstico de enfermedades a través de la medicina nuclear, control de calidad en la industria y en la agricultura.

Con su investigación, busca preparar profesionistas y formar grupos de trabajo que realicen protocolos a partir de la información académica aportada para que éstos lleguen a las compañías, y entonces se pueda empujar a las autoridades, en la medida de lo posible, para establecer normas nacionales. Concluyó que esto sería un paso para relacionar a las instituciones académicas con los tomadores de decisiones.

  
  

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